Morluck

En la lejanía del mar, tras las brumosas espumas de las rutas marítimas y el oleaje abatido, se encontraba El Arriado. Extraño nombre, os preguntaréis, mas de un barco pirata se trataba. De las húmedas y quejumbrosas tablas no salía sino el hedor del salitre impregnado, de la sangre de los enemigos y de la pólvora de los cañones. ¡Doscientas batallas y cuatrocientos tumultos habían aguantado! Regente diaria de vómitos y cañonazos, significaba más para una tripulación que el propio botín que en sus adentros aguardaba. Expectante de las brisas, sus velas se hinchaban. E

El salón estaba completamente lleno de gente vestida especialmente para la ocasión. Eran varias las mesas que ocupaban todo el pabellón, llenas de copas, cubiertos, platos y, sobre todo, personas sentadas. De esos entes salían palabras, que encadenándose, formaban parte de un coro de murmullos, cotilleos y lamentos. El continuo repiqueteo de una cucharilla de café contra una de las copas de vino atrajo la atención de la muchedumbre, que no paró de cuchichear pero sí de hablar. -¿No es ese el escritor de esquelas, el que solo sabe escribir sobre gente que ya no está? -Sí, y tambi

 No sabía cómo, no sabía porqué, pero Ana estaba cansadísima; fatigada. Su cabeza bullía de pensamientos, y, de entre el tumulto de ellos, solo sacaba en claro eso. Que estaba cansada, vamos. Se tumbó boca arriba en la cama, dejando que sus piernas y su cabeza colgaran inertes. Su pelo, ya exento de extensiones y de un tono rubio-nevado tras cientos de tintes, hacía cosquillas al suelo, flotando desde la cama. Estiró uno de sus brazos y con varios de sus dedos intentó arañar la cortina. Estaba cansada y la cabeza le bullía. Pero dentro de la vorágine que eran sus pensamientos,

Hoy me tumbé al borde del cielo; quería preguntar, admirar tu realidad olvidar que la lluvia viene de la maldad y que cada uno la vive de una manera. Quisiera preguntar, admirar tu realidad, y saber por qué caes, hacia dónde vas; para qué. Responde, lluvia, y dime, di, por qué caes inexorablemente triste. Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras y qué significaba , , ; qué momentos parpadeas cuál de tus mil gotas, tú; vida absoluta yo quería descubrir el último rincón de tu vida, tu alma, esa alma de agua única, por la que te conoce

Lo llamaban Charles. Charles nació en Wichita en 1989. Desde joven siempre se evadió del mundo imaginándose todo lo que él quisiera. A la edad de 3 años, Charles aprendió a escribir; con 4 años ya iba con una libretita a todos lados, escribiendo desde banalidades a gloriosas fantasías. Charles nunca, o casi nunca, se relacionaba con sus compañeros de clase, y tampoco hacía lo mismo que ellos. Prefería quemarse las retinas leyendo un buen libro que derretirlas con el aparato diabólico que era la televisión. A Charles nunca le interesó el amor, no al menos implicando la re

‘Doscientas treinta y siete’. ‘¿Qué? ¿Doscientas treinta y siete qué?...’ La Sociedad de Almas… Largo tiempo su poder se ha extendido por todo el denominado cielo. Esta historia transcurre en el cuarto año de la tercera época: *** La Sala de los 46… Jamás se me hubiera ocurrido pensar llegar a ser uno de los integrantes de este Consejo… -Pensó asombrada Yuki. Era una persona de mediana edad, con un cabello corto y ojos intrigantes. Sus manos siempre sudorosas se retorcían ente ellas… ‘¡Demasiados Kidohs en una vida!’ –Se solía decir a ella misma. Su semblante era claro y pu

Un soldado corría por el barro, mano en ristre preparado para blandir su espada. La noche anterior había sido tormentosa y como en todo fenómeno natural al día siguiente todo estaba espantoso. El fango se solapaba a la planta de sus pies, así como salpicaba sus perneras chapadas, ayudando a la vista de parecer un pequeño cerdo. Poco a poco fue distinguiendo en la lozanía el pequeño puesto avanzado. No era lo más remotamente parecido a lo que debería de ser un "puesto avanzado", simplemente era una vieja torre vigía de madera astillada que servía las veces de escondite para malhechores. Contaban viejas historias del pueblo que pasadizos secre